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sábado, 12 de febrero de 2011

¿Por qué canta el gallo?

Original de YulkyCary

Del libro "Cuentos de mi tierra"

Seguramente usted habrá oído cantar a un gallo.

Si vive o ha vivido en el campo es cosa natural porque el amanecer y el canto del gallo están ligados como el sol a la mañana.

Lo que seguramente usted nunca se ha puesto a pensar es que la principio de la creación el gallo no cantaban. Ni pensaban cantar. Tampoco poseía esa belleza que actualmente lo distingue entre todas las aves de corral. Porque el gallo era “flacuchento”, “desplumao” con “patas lisas”, “patas pela”. No tenía espuelas, estaba sin cola. ¡No tenía na’!.

Se preguntará usted: ¿Sin canto, ni espuelas, ni cola... ¿Qué cresta era? Porque ni cresta tenía. ¿Era gallo o no era gallo? ¡Buueeeno, era “Gallo” porque lo era, o porque había nacido para serlo. A veces las cosas no son como son, sino como se van logrando por el camino.

El primer gallo que existió sobre la tierra se llamaba Acucó. Era un gallo tranquilito. No vaya usted a pensar que Acucó, por aquel tiempo dominaba el gallinero causando el revuelo entre las gallinas que hoy día produce. ¡Ni soñarlo!,
Acucó se limitaba a picotear aquí, curioseando allá. ¡Sobrellevando la vida!, con más monotonías que glorias. ¡Eso sí!. Despertaba al amanecer siempre laborioso.

“Acuco” no era bonito pero tenía sus cualidades por lo que recibió “Aché” una “suerte” especial otorgado por el cielo con la visita del Rey de la Música. “Shangó de Imá” llegó del Africa a tierras cubanas con sus tambores, con sus ritmos, con toda su alegría musical. “Gallo” fue el primero en recibirlo.

Shangó es un negro alegre, simpático, poseedor de todos los atributos de belleza masculina Por lo que al encontrarse con el gallo lo menosprecio por su indigencia de atractivos, pero Acucó fue tan gentil, tan servicial ofreciéndole hospitalidad que pronto Shangó dejó de mirarlo con ojos burlones para dedicarle miradas cariñosas.

Cuando Shangó le manifestó su agotamiento por el viaje “Gallo” lo llevó al pajar para que descansara con sabrosura. Cuando el calor de la isla abrasaba su garganta, Acucó casi volando porque de vez en cuando los gallos saltan tan alto que parecen que vuelan, lo condujo al lago. Donde el Rey de la música bebió con agrado de las cristalinas aguas quedando a su vez enamorado de la encantadora Reina de los ríos.

Shangó agradecido por las atenciones de “Gallo” le regalo algunos de sus mejores rojos, logrando mezcla de colores platinados en todo su plumaje. Pintándole la cola de tonos obscuros siempre iluminados con matices de fuego. Imponiéndole una cresta roja, para que se le viera con particular corona. Convirtiéndose el gallo desde ese momento en el animal preferido del Dueño de la belleza masculina.

Acucó al verse hermoso sintió apetito. “Lo cortés no quita lo valiente. “Cuando la barriga esta llena las cosas va mejor” decía mi abuela Andrea. Por lo que “Gallo” invito a Shangó al maizal ofreciéndole sus deliciosos granos de maíz (choclo) quedando impresionado el Rey de todos los Reyes por las tiernas mazorquitas.

Guardo algunas en su jolongo para al otro día secárlas al sol. Triturándolas después hasta lograr una finísima harina. “Cocinarevolviendo” con manteca.

-¡Majarete!, es lo que estoy haciendo. Le aclaro Shangó al gallo. Asegurándole que era una de sus comidas preferidas. Acucó conocía el maíz, pero jamás preparado de esa manera. Otro día Shangó lo invitó a deleitarse con un postrecito casero: Platanitos manzanos bien maduritos con melao de caña. ¡Vaya delicia!.

A “Gallo” el platanito maduro le encanto porque el “Majarete” no le hizo mucha gracia. Otro día “Gallo” le ofreció a Shangó ¡Quimbombo! Se lo dio arrancado de la mata, al natural, pero Shangó lo preparo cocinándolo a su manera africana, ¡Quimbombó que resbala con la yuca seca!.. echándolo en una güira con abundante agua, especies y raíces aromáticas dejándolos hervir hasta quedar blanditos, así plácidamente se lo comió todo. Incorporándolo a sus platos preferidos. Después Shangó le regalo al gallo una manzana roja que traía en sus alforjas.

El Gallo sorprendido pico, que picoteo recontento por las atenciones de Shangó. “Gallo” quiso sorprender al Dueño del fuego regalándole al otro día unas semillas parídoras de esas que hacen explotar el vientre de la tierra con una buena fruta o deliciosa vianda.

Shangó estaba halagadísimo porque al Dios de la gozadera le gusta comer. ¡Sano y sabroso!

Shangó reía, ¡comíbailando!, Gallo aleteaba, ¡diverticomiendo!, con esa agitadera que arman los tambores cuando se tocan con ganas. Alimentándose con el festival de sabores que ofrecen las verduras, legumbres y hortalizas que en Cuba crecen hasta por vicio.

Shangó veía orgulloso como Acucó iba creciendo. Fortaleciéndose para lucir todo un gallazo. ¡De tal señor, tal amigo! Shangó se ganaba la admiración de todas las mujeres. Acucó, el gallo tenía tras él, las mejores gallinas ponedoras. Una mano lava la otra, las dos cambian la vida.

Shangó y su gallo eran admirados entre cielo y tierra.
La inquietud en su mejor camino nos lleva a la búsquedad, como Shangó, además de ser comilón, divertido es inquieto, “corripateando” por aquí. “paticorriendo” por allá... El día menos pensado, se le metió en su musical cabeza; No vivir más en una choza pegada a la tierra, deseando otro lugar más particular.

“Anda que te camina” invadieron atajos, veredas, cuevas, recovecos para que Shangó escogiera. Transitaron todos los verdes del monte cubano. “Bailacaminando” los vio todo el mundo. Así se despidieron de la primavera imponiéndose el verano.
Casi llegando los aguaceros de mayo, Oyá la Dueña del Arco Irís, convertida en fresca brisa se encontró al pie del lomerío con Shangó, enamorándose de él a primera vista por lo que dejó caer una centella en medio de improvisada tormenta para detener los pasos del mejor bailarín afrocubano, obligándole a mirar al cielo, donde la Princesa guerrera le coqueteaba.

Descubriendo Shangó en ese preciso momento la esbeltez de la Palma Real, asegurando que sería para siempre su casa.
“Quién más mira menos ve”, refunfuño contrariado Acucó, reafirmando que si una cosa tiene el campo cubano son palmas reales como personas bonitas. Sugiriéndole que de vez en cuando elevara su mirada para descubrir lo que el espacio en complicidad con el suelo nos brinda.

-Asegurando que si Shangó había encontrado casa, no caminaba más porque tenía las patas en ¡candela!. Mostrándole infinitos guizazos prendidos en ellas.

Shangó asombrado añadió. ¿Con tal especial plumivestimenta andas sin defensa? Por lo que rápidamente partió en sendos pedazos uno de sus rayos colocándoselos en las partes traseras de las patas de Acucó.

-¡Esto es pa’ que te respeten! Le aseguró el “Señor de los fuegos” Desde ese momento “Gallo” tuvo espuelas. Acto seguido comenzó la mudanza de Shangó al penacho de la Palma Real.

Acucó no subió porque siento ya todo un esplendoroso “Gallo” se le podía estropear su cola. Quedándose de guardián en la sombrita, al pie de la Palma. Una vez que Shangó se parapetó en lo alto, instalándose en el penacho comenzó a buscarle acomodo a los tres tambores que conforman su Orquesta Batá. De tanto ponlos aquí, ruédalos pa’ allá, se le desprendió una de las ciento seís campanillas que le había colocado al “Iyá” Tambor Madre Principal para tocarle a Ochún su preciosa enamorada.

La campanilla cayó de lo alto cerca de Acucó, que al descubrir la sonaja comenzó a picotearla “tragaengrullendosela” asegurando “lo que no mata, engorda” Desde ese día cada vez que el gallo abre el pico resuena la campanita. Todo aquel que le escucho felizmente aseguro que el gallo estaba cantando.

Cosa bien curiosa es que siempre al amanecer el gallo abre su pico y canta. Con su canto Shangó despierta. Al levantarse antes de ponerse a tocar su orquesta busca afanosamente el “Shaguaró” (campanilla dorada que había colocado en la boca mayor del Tambor Principal) Busca la campanilla mientras escuchan sonriendo el canto del gallo sin imaginar que su sonaja, esta en el buche de su amigo.

Ahora usted, que conoce la historia. ¿Seguirá pensando que el gallo canta?

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