Original de YulkyCary
En las playas cubanas hace de esto mucho pero que muchísimo tiempo existían tres grupos de “Carapacho-patas” Se llamaban los “Can” los “Gre” y los “Jo”.
Multiplicándose como por arte de magia pero atiéndase que estas tres familias de “tenazudos” estaban bien diferenciadas.
Los “Can” se distinguían por sus intensos colores. Eran rojos, verdes o amarillos de patas quebradizas con carapacho abultado tipo “pelota playera”. En sus fiestas veraniegas se desplazaban bailando en bloque.
Al frente de ellos iba el jefe de la agrupación, el “Can” mayor con una batuta encintada y sonando un “cuje” a manera de silbato, orientador y a la voz de: ¡Giroooo!. A todos se les veía moviéndose graciosamente en muy especial desplazamiento; hacia delante, a la inversa y hacía atrás para continuar “Bailacantando” hacía adelante con “guarachita” que más o menos decía así:
Can yendo.Can Can viniendo.
Can, can, can yendo, viniendo.
Sonido del cuje: ¡Fuíííí! Voz de mando: ¡Girooo!. Desplazamientos hacía delante, después a la inversa para continuar “Bailaguarachando”.
Los peces, los erizos, los caracoles y todos, toditos los que participaban de sus “Can-recholatas” fiestas aseguraban que eran los precursores de las comparsas tradicionales cubanas porque además del bailecito los “Can” hacían girar enormes figuras rellenas de aserrín adornadas en hojalata para alegrar los vientos.
Luego los “Can” de seguro inventaron las enormes farolas carnavaleras. Podríamos estar hablando de los “Can” tanto tiempo como olas tiene el mar, pero deben ustedes conocer a los: “Gre”.
Los " Gre" muy particulares en su especie porque estos nacieron decididos a superar su especie, esmerándose en entrenamiento y educación por lo que aprendieron a hacer cabriolas, complicados giros y elevados saltillos.
Eran serios, elegantes, presumidos. Lucían en sus tenazas guantecillos de alga marinas. Color azul cielo. Parapetándose en medio del pequeño carapacho una colorida plantica de mar a manera de entretenido sombrerito que en su centro lucia un girasol, gira girando siempre al sol.
Cuando bailaban se movían de allá para acá, de aquí para allá siempre en círculos, haciéndose acompañar por una melodía danzonera parecida al “Bombín de Barreto” Y en su desplazamiento se escuchaba con marcada elegancia:
Gre, gre, gre, gregregregre.
Gre, gre, gre, gregregregre.
Bailaban, circunspectos, serios y estructurados pero cuando nadie lo esperaba el jefe del grupo gritaba ¡Despeloteee!. Entonces chocaban sus tenazas, dando un gran salto maromero. Cayendo en cualquier parte, y de cualquier manera, de cabeza, de pie, de lado, al derecho, al revés, para después revoletear alcanzando y compitiendo en las alturas con un tremendo “gira girando” hasta lograr la posición inicial.
Estas virtuosidades maromeras de los “Gre” las realizaban justamente en el estribillo musical.
Gre, gre, gre, gregregregre.
Ni imaginan el desorden, el reguero de patas y muelas. Que se formaba. Eso sí, después de la desarticulación maromera, se recomponían circunspectos, serios y estructurados para continuar coreográficamente “gira girando” y aquí no ha pasado nada, por lo que se desempolvaban los guantecitos, asegurándose el precioso sombrerete de planta mar con su girasol, gira girando, siempre al sol para continuar elegantemente el desfile. Cantando;
Gre, gre, gre, gregregregre.
Gre, gre, gre, gregregregre.
Ahora hablemos de los “Jo” este grupo, no puede faltar porque eran los más chiquititos, traviesos, risueños y jode que jode, rejodedores. Estos tenazudillos parecían bellos juguetes con cuerdas de infinitas risotadas. Siempre riéndose no hacían nada, situación que contrariaba a los “Can”, serios y organizados.
Molestándose los “Gre” serios y estructurados estos “Jo” no hacían nada bien y cuando se les llamaba la atención aguantaban la risa disimulando pero después desternillarse en chirriadoras risitas, risas van y carcajadas vienen con ellos era la de nunca acabar. Risas y más risas, solo risas.
¡Jala Jela! ¡Jala Jela! ¡Jo Jo Joo! Reían los “Jo” risa brincando.
Así cantaban mientras riéndose trataban de ordenarse para desfilar y así se la pasaban siempre, riendo y tratando de organizarse, sin lograr por las risotadas nada más que la risa brincando.
Una cosa se puede asegurar, que tantos los “Can” los “Gre” y los “Jo” no permitían que el silencio ni por un instante reinara en la zona, ni tan siquiera en los lugares distantes a su campamento. Estas agrupaciones se preparaban todo el año, sin descanso para desfilar.
Al comienzo del verano comenzaban las fiestas y con ellas los desfiles de los “Can” los “Gre” y las carcajadas sonoras de los “Jo” Sucedió que en medios de las fiestas por tantas algazaras y volteretas, unos carapachudos volando, otros zambullonéandose en el mar, los gritos de vueltaaaa! ¡Giroooo! ¡Y muñecos al viento!
Todo el santo día muñecones al viento con sus tiras de reluciente hojalata. La fiesta era en grande pero también nadie podía descansar, mucho menos dormir una siesta, o retrasarse un poquito para disfrutar del sueñito mañanero del domingo.
Porque todo era fiesta y fiesta sin parar. Los erizos que son muy divertidos, disfrutaban de la fiesta pero también tenían que trabajar por lo más erizados que nunca trataron de imponer orden pero nada conseguían.
Los tenazudos estaban en el punto más alto de la “Fiesta locura.” Y ya se sucedían cuatro días con cuatro noches. Era tanta la algazara que las olas no podían pegar su salto de agua, y los peces y plantas marinas se desmayaban del sueño, por lo que llego Yemayá la “Reina de los Mares”.
Se impuso a la orilla de la playa para conocer el por qué de tanto “descarrilamiento”. Madre agua escucho a los erizos, a las algas marinas, a los caballitos de mar entre bostezos y pestañeos porque estaban muertos de sueños expresándole su preocupación, de no poder trabajar porque todos estaban dormidos.
Los “Can se disculparon, asegurando que ellos no eran responsables del desorden.
Los “Gre” con sus danzoneras maneras puntualizaron que eran incapaces de molestar a la colectividad.
Los “Jo” reían y reían. Sin poder explicar nada. Después de media hora de carcajadas aseguraron los “Jo” que ellos no molestaban, porque la risa “hacía florecer la vida”.
Madre Agua a todos escucho y contrariada por tantos disparates, argumento.
-¿¡Qué cosa es esto?! Aquí nadie es responsable de nada y todos son responsables de todos. A todos se les ve, con pata y muelas, entonces todos son responsables de tales desmanes porque aquí no hay un solo grupo. Aquí están los “Can" los "Gre" y los "Jos”
No entiendo nada y no quiero aceptar excusas, donde deben existir solo disculpas. Hay que organizar los ensayos, los desfiles y las fiestas, y las rumbasfiestasaltos, en un tiempo prudente. Porque hay que descansar.
Desde hoy desfilarán los tres grupos juntos y serán el desfile de los “Can Gre Jos”, y ni una palabra más.
Yamayá les expuso:-Desde hoy al medio día, desfilaran todos juntos, y al atardecer, dejarán dormir a los demás y, si ustedes desean seguir con la fiesta, caminarán, por las playas, lo harán en silencio. Bien calladitos. ¿Entendieron? Ya se acabaron los tres desfiles, desfilarán los; “Can gre jos”. Y todos quedaron paralizados.
Y desde ese día desfilaron así. Salieron así y se les nombran así. “Can gre jos”
Por eso cuando ustedes vean carapacho con patas quebradas, muelas al viento.
Camina pa’ lante,
Camina pa’ tras.
Porque Cangrejos son y, ¡Can gre jos son! y,¡Cangrejos se quedan!
-Pero en silencio caminando, para no molestar una vez más a Yemayá, la Dueña de los mares, porque cuando el mar se embravece... Es cosa seria y no cree en nadie.
Y bueno se les llama Cangrejos. Y ya usted sabe ¿por qué?
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viernes, 18 de marzo de 2011
¿POR QUÉ LA CULEBRA ENAMORADA SE ENROSCA?
Original de YulkyCary.
Para recibir la llegada de la primavera la culebra entusiasmada, se preparo para el baile que celebraba la llegada de tan especial estación del año. La culebra se vistió poniéndose verdaderamente culebrísima.
Selecciono un rayo de luna, ciñendolo ceñirlo a su cuerpo larguísimo y movedizo. Decoro su diminuta culebri-cabeza con finísimas peinetillas de guijarrazos encintados con luces de estrellas.
Seleccionando flores del camino para hacerse un bello un ramillete compuesto con Albahaca, Siemprevivas y rojos Geranios. Rematando así un adorno de cintas que sujetaba el ramillete a su culebrota cabeza. Todo esto se lo parapeto la Culebrí porque estaba enamorada. Enamoradísima nada más, y nada menos que del verde Camaleón.
La Culebrí se arregló con tanto esmero para asistir junto a él, a la especial celebración en medio del monte cubano. La Culebrí estaba tan entusiasmada que se esmero para lucir de lo lindo una culebrísima primorosa hasta el detalle. Porque quería encantar al Camaleón, y así conquista al Camaleonísimo.
Para asegurarse que estaba estupenda se miro en un reflejo del sol encontrándose ¡Matadora!. Estaba tan entusiasmada que se puso a pensar, pensativamente, pensando pensó que él llegaría a buscarla en una concha de mar con rueditas de sándalo perfumando todo el camino para llegar a su casa.
También se ilusiono asegurándose que el Camaleonísimo llegaría con un trajecillo de hojas silvestres, confeccionado por las creativas lagartijas que en aquel entonces eran las mejores costureras.
Sin dudas el Camaleón luciría calzado de algas marinas acordonado con bajuquillos silvestres. ¡Elegatísimo! llegaría a buscarla, vestido de muy buen gusto, hasta con guantes finos de tela de arañas tejedoras apoyándose en un bastoncillo de palo-rosas.
La Culebra Culebrilla, tanto piensa pensó que se desesperaba según iban pasando los minutos, esperando a su compañero de baile.
Suspirando, nerviosilla, se desplazaba ligera por el reverdecido valle, caminaba, retrocedía entrando, y saliendo de su cueva. Así iba y venia la elegante Culebrota a la espera del flamante pretendiente. Así suspirando la resplandeciente soñadora, soñi-pensaba y aseguraba que de sombrero traía un hermoso lucero del séquito de la luna.
¡Huy! El Camaleón, llegaría con un exclusivo tocado para tan especial encuentro. Entre suspiros esperanzados de Culebra enamorada la imaginativa damisela se creo mentalmente una fantaseada imagen en total correspondencia con su ilusión loca.
¡Ay! Culebra, culebrí-culebrísima esperanzada con fantasiosos sueños de amor. Pero de pronto en su ir y venir, quedóse ¡Patitiesa! ¡Pati-confusa! ¡Pata paralizada!
Descamaleonándosele todas las esperanzas cuando apareció el Camaleón, con su cuerpo pelado, asomándose por la puerta de la cueva. ¡Sofocadísimo! ¡Todo transpirado! y algo malhumorado por el tremendo calor que había en los campos cubanos.
Así se le vio sofocado con un pañuelo rojo amararrado al cuello, que sacaba inesperadamente y lo volvía a guardar, para secarse el sudor.
La culabra culebrilla lo vio, sin adornos, y tanto se somprendió, tanto se molesto, que la culebra se enroscó, virándole molesta su Culebri-cabeza por lo que el pretendiente sin entender nada, nerviosamente comenzó a cambiar de color por el rechazo de la Culebrilla y por la la vergüenza, que su desprecio le motivo.
El Camaleón fue del rojo al amarillo, del amarillo al violeta, del violeta al azul para quedarse en un festival de verdes. Camaleón se puso verdí, verdí seco, verdí azulado, y verde limón.
Para después de un buen rato, in mediar palabra, saltar, ganando las ramas altas y bajitas de los árboles, ante el dolor de haber sido despreciado por la Culebri-culebrísima que ni le miraba, ni palabra decía. Y seguía enroscada.
El Camaleón salió de la cueva y salta, que te salta, se alejo del lugar, y aún así se le ve saltando, mudando de colores con su pañoleta al cuello. Sin saber todavía por qué la culebra silenciosamente se enrosca cuando le ve llegar.
El Camaleón todavía no lo sabe, no sabe nada, nada de nada, el todavía no sabe, ni se imagina por qué la culebra enfurecida se enrosco… Y todavía se pregunta por qué la Culebra se enrosca. El Camaleón no lo sabe, ni se lo imagina. ¿Tal vez lo sabe usted?
Para recibir la llegada de la primavera la culebra entusiasmada, se preparo para el baile que celebraba la llegada de tan especial estación del año. La culebra se vistió poniéndose verdaderamente culebrísima.
Selecciono un rayo de luna, ciñendolo ceñirlo a su cuerpo larguísimo y movedizo. Decoro su diminuta culebri-cabeza con finísimas peinetillas de guijarrazos encintados con luces de estrellas.
Seleccionando flores del camino para hacerse un bello un ramillete compuesto con Albahaca, Siemprevivas y rojos Geranios. Rematando así un adorno de cintas que sujetaba el ramillete a su culebrota cabeza. Todo esto se lo parapeto la Culebrí porque estaba enamorada. Enamoradísima nada más, y nada menos que del verde Camaleón.
La Culebrí se arregló con tanto esmero para asistir junto a él, a la especial celebración en medio del monte cubano. La Culebrí estaba tan entusiasmada que se esmero para lucir de lo lindo una culebrísima primorosa hasta el detalle. Porque quería encantar al Camaleón, y así conquista al Camaleonísimo.
Para asegurarse que estaba estupenda se miro en un reflejo del sol encontrándose ¡Matadora!. Estaba tan entusiasmada que se puso a pensar, pensativamente, pensando pensó que él llegaría a buscarla en una concha de mar con rueditas de sándalo perfumando todo el camino para llegar a su casa.
También se ilusiono asegurándose que el Camaleonísimo llegaría con un trajecillo de hojas silvestres, confeccionado por las creativas lagartijas que en aquel entonces eran las mejores costureras.
Sin dudas el Camaleón luciría calzado de algas marinas acordonado con bajuquillos silvestres. ¡Elegatísimo! llegaría a buscarla, vestido de muy buen gusto, hasta con guantes finos de tela de arañas tejedoras apoyándose en un bastoncillo de palo-rosas.
La Culebra Culebrilla, tanto piensa pensó que se desesperaba según iban pasando los minutos, esperando a su compañero de baile.
Suspirando, nerviosilla, se desplazaba ligera por el reverdecido valle, caminaba, retrocedía entrando, y saliendo de su cueva. Así iba y venia la elegante Culebrota a la espera del flamante pretendiente. Así suspirando la resplandeciente soñadora, soñi-pensaba y aseguraba que de sombrero traía un hermoso lucero del séquito de la luna.
¡Huy! El Camaleón, llegaría con un exclusivo tocado para tan especial encuentro. Entre suspiros esperanzados de Culebra enamorada la imaginativa damisela se creo mentalmente una fantaseada imagen en total correspondencia con su ilusión loca.
¡Ay! Culebra, culebrí-culebrísima esperanzada con fantasiosos sueños de amor. Pero de pronto en su ir y venir, quedóse ¡Patitiesa! ¡Pati-confusa! ¡Pata paralizada!
Descamaleonándosele todas las esperanzas cuando apareció el Camaleón, con su cuerpo pelado, asomándose por la puerta de la cueva. ¡Sofocadísimo! ¡Todo transpirado! y algo malhumorado por el tremendo calor que había en los campos cubanos.
Así se le vio sofocado con un pañuelo rojo amararrado al cuello, que sacaba inesperadamente y lo volvía a guardar, para secarse el sudor.
La culabra culebrilla lo vio, sin adornos, y tanto se somprendió, tanto se molesto, que la culebra se enroscó, virándole molesta su Culebri-cabeza por lo que el pretendiente sin entender nada, nerviosamente comenzó a cambiar de color por el rechazo de la Culebrilla y por la la vergüenza, que su desprecio le motivo.
El Camaleón fue del rojo al amarillo, del amarillo al violeta, del violeta al azul para quedarse en un festival de verdes. Camaleón se puso verdí, verdí seco, verdí azulado, y verde limón.
Para después de un buen rato, in mediar palabra, saltar, ganando las ramas altas y bajitas de los árboles, ante el dolor de haber sido despreciado por la Culebri-culebrísima que ni le miraba, ni palabra decía. Y seguía enroscada.
El Camaleón salió de la cueva y salta, que te salta, se alejo del lugar, y aún así se le ve saltando, mudando de colores con su pañoleta al cuello. Sin saber todavía por qué la culebra silenciosamente se enrosca cuando le ve llegar.
El Camaleón todavía no lo sabe, no sabe nada, nada de nada, el todavía no sabe, ni se imagina por qué la culebra enfurecida se enrosco… Y todavía se pregunta por qué la Culebra se enrosca. El Camaleón no lo sabe, ni se lo imagina. ¿Tal vez lo sabe usted?
sábado, 12 de febrero de 2011
El castigo de Jicotea
Original de YulkyCary.
Jicotea, no tiene cintura,
Jicotea, no pue bailar,
Jicotea, se demora muchísimo pero que muchísimo tiempo pa’ caminar, porque Jico, no era así.
Al principio de la creación Jicotea era gozadora, de cintura chiquita, patas ligeras.
Sí, así era Jicotea. Esa Jico que usted ve ahora no era como usted la ve, porque “quien crea obstáculos con ellos tropieza”.
Sucedió un día que Shangó, “Señor de los siete rayos” junto a su preciosa esposa “Ochún Yeyé Cary,” la dueña de los ríos decidieron poner atención a los reclamos de los animales del monte porque mucho se quejaban de que Jicotea era abusadora.
De todo tenía, nada compartía. “Como lo que alguien encontró, es porque otro, lo perdió”. Al Rey de Reyes le asaltó la duda ¿De dónde sacaba Jicotea, todo lo que lucía si nunca trabajando se le veía? Escuchándosele durante el día solo el rezongar de su molestosa letanía:
Ya bebí, ya comí,
¡Comió el monte!
¡Que Viva la Rumbantelaaaa!
A toda voz se quejaba la jutía. Se le igualaba en su protesta la Iguana. Pateaba con sus cien patas enfurecido el ciempiés, mientras el Alacrán amenazaba a todos los vientos con su aguijón sí no sé le encontraba una solución al problema.
Por lo que Shangó determinó;¡Todos al claro del monte!
Se presentó el mono, sin hacer ni una monería, hacía tres días que Ikoké, el mono no comía, de los platanales habían desaparecido todos los platanillos. Rastreando los alrededores Ikoké, el mono encontró las huellas de Jicotea.
Escuchándose a lo lejos el rezongar de su molestosa letanía.
Ya bebí, ya comí.
¡Comió el monte!
¡Que Viva la Rumbantelaaa!
Ikoké, el mono emplazó al Rey: “Cabeza no tiene que ser grande, pero la capacidad sí”. -Haga algo su mercé...
La Prodigiosa Gallina de Guinea, que tiene el cuello pelao, se arrancaba desesperada las pocas plumas que le quedaban, ni pollitos, ni huevos. Según los ponía, desaparecían.
Mientras por doquier se reproducían las huellas de las chancletas de Jicotea. Escuchándose a lo lejos el rezongar de su molestosa letanía:
Ya bebí, ya comí.
¡Comió el monte!
¡Que Viva la Rumbantelaaa!
“Una chispita hoy, otra mañana, hacen arder la pradera”. ¡Con el fuego no se juega!
-Haga algo su merced. Demandaba la gallina de guinea.
El ganso malhumorado, increpo: -Un buen gobernante escucha a su pueblo. “Carreta no va delante de los bueyes” por lo que Shangó ordenó:
-Antes de que cante el gallo, Jicotea debe presentarse en el claro del monte.
Así el conejo, el pato, el sijú platanero, las ranas, los sapos, los chivos, muchos más fueron agrupándose con la esperanza de: “No hay mal que dure cien años...”
Pero todos, todos, toditos, se quedaron en eso, se quedaron esperando. Porque llegó el mensajero de Shangó, sin Jicotea y diciendo:
-La busque, no la encontré. Estaban sus huellas por aquí y por allá, pero Jicotea, no ta’. Visiblemente contrariados todos guardaron silencio, mirándose unos a otros.
Imponiéndose la aguda vocecita de la lombriz de tierra. -Jicotea a Shangó lo dejó plantao junto a su mujer, la dueña del río. ¡Esto es cosa sería!¡Sálvese quien pueda!
¡Relámpagos! ¡Carió Sile! ¡Shangó tá’ tronando! ¡Shangóó tá bravooo! ¡Shangó tá cabrón!
La molestia del Rey se imponía. Todos corrían despavoridos a resguardarse de los fulminantes rayos. Tembló medio mundo.
Se desbordó el río, arrastrándolo todo. Sin dañar a ninguno. Solo Jicotea perdió lo que había acaparado. Perdió lo que no era suyo.
Las aguas del río, devolvían las pertenencias a sus verdaderos dueños. Jicotea salió de su escondite suplicando, pidiendo perdón a Shangó. Solicitando la clemencia de Ochún. ¡Las aguas levantaban su casa cual raíz que pierde la tierra! Jicotea trato de retener su morada, dándole tal tirón… que la casa estrepitosamente le cayó encima.
Para salvar la vida, sacó la cabeza por la puerta de la calle, por las ventanas laterales una y otra mano, por las puertas traseras, libero ambas patas.
No se pudo parar. Las aguas del río, los truenos de Shangó le impidieron levantarse. Quedándose así hasta siempre.
Ahora se le ve, con su casa-carapazón a la espalda, como piedra que se mueve. Lenta, paso a pasito, sin decir palabras: Ese es el castigo de Jicotea. ¡¿Ya usted sabe por qué?!
Jicotea, no tiene cintura,
Jicotea, no pue bailar,
Jicotea, se demora muchísimo pero que muchísimo tiempo pa’ caminar, porque Jico, no era así.
Al principio de la creación Jicotea era gozadora, de cintura chiquita, patas ligeras.
Sí, así era Jicotea. Esa Jico que usted ve ahora no era como usted la ve, porque “quien crea obstáculos con ellos tropieza”.
Sucedió un día que Shangó, “Señor de los siete rayos” junto a su preciosa esposa “Ochún Yeyé Cary,” la dueña de los ríos decidieron poner atención a los reclamos de los animales del monte porque mucho se quejaban de que Jicotea era abusadora.
De todo tenía, nada compartía. “Como lo que alguien encontró, es porque otro, lo perdió”. Al Rey de Reyes le asaltó la duda ¿De dónde sacaba Jicotea, todo lo que lucía si nunca trabajando se le veía? Escuchándosele durante el día solo el rezongar de su molestosa letanía:
Ya bebí, ya comí,
¡Comió el monte!
¡Que Viva la Rumbantelaaaa!
A toda voz se quejaba la jutía. Se le igualaba en su protesta la Iguana. Pateaba con sus cien patas enfurecido el ciempiés, mientras el Alacrán amenazaba a todos los vientos con su aguijón sí no sé le encontraba una solución al problema.
Por lo que Shangó determinó;¡Todos al claro del monte!
Se presentó el mono, sin hacer ni una monería, hacía tres días que Ikoké, el mono no comía, de los platanales habían desaparecido todos los platanillos. Rastreando los alrededores Ikoké, el mono encontró las huellas de Jicotea.
Escuchándose a lo lejos el rezongar de su molestosa letanía.
Ya bebí, ya comí.
¡Comió el monte!
¡Que Viva la Rumbantelaaa!
Ikoké, el mono emplazó al Rey: “Cabeza no tiene que ser grande, pero la capacidad sí”. -Haga algo su mercé...
La Prodigiosa Gallina de Guinea, que tiene el cuello pelao, se arrancaba desesperada las pocas plumas que le quedaban, ni pollitos, ni huevos. Según los ponía, desaparecían.
Mientras por doquier se reproducían las huellas de las chancletas de Jicotea. Escuchándose a lo lejos el rezongar de su molestosa letanía:
Ya bebí, ya comí.
¡Comió el monte!
¡Que Viva la Rumbantelaaa!
“Una chispita hoy, otra mañana, hacen arder la pradera”. ¡Con el fuego no se juega!
-Haga algo su merced. Demandaba la gallina de guinea.
El ganso malhumorado, increpo: -Un buen gobernante escucha a su pueblo. “Carreta no va delante de los bueyes” por lo que Shangó ordenó:
-Antes de que cante el gallo, Jicotea debe presentarse en el claro del monte.
Así el conejo, el pato, el sijú platanero, las ranas, los sapos, los chivos, muchos más fueron agrupándose con la esperanza de: “No hay mal que dure cien años...”
Pero todos, todos, toditos, se quedaron en eso, se quedaron esperando. Porque llegó el mensajero de Shangó, sin Jicotea y diciendo:
-La busque, no la encontré. Estaban sus huellas por aquí y por allá, pero Jicotea, no ta’. Visiblemente contrariados todos guardaron silencio, mirándose unos a otros.
Imponiéndose la aguda vocecita de la lombriz de tierra. -Jicotea a Shangó lo dejó plantao junto a su mujer, la dueña del río. ¡Esto es cosa sería!¡Sálvese quien pueda!
¡Relámpagos! ¡Carió Sile! ¡Shangó tá’ tronando! ¡Shangóó tá bravooo! ¡Shangó tá cabrón!
La molestia del Rey se imponía. Todos corrían despavoridos a resguardarse de los fulminantes rayos. Tembló medio mundo.
Se desbordó el río, arrastrándolo todo. Sin dañar a ninguno. Solo Jicotea perdió lo que había acaparado. Perdió lo que no era suyo.
Las aguas del río, devolvían las pertenencias a sus verdaderos dueños. Jicotea salió de su escondite suplicando, pidiendo perdón a Shangó. Solicitando la clemencia de Ochún. ¡Las aguas levantaban su casa cual raíz que pierde la tierra! Jicotea trato de retener su morada, dándole tal tirón… que la casa estrepitosamente le cayó encima.
Para salvar la vida, sacó la cabeza por la puerta de la calle, por las ventanas laterales una y otra mano, por las puertas traseras, libero ambas patas.
No se pudo parar. Las aguas del río, los truenos de Shangó le impidieron levantarse. Quedándose así hasta siempre.
Ahora se le ve, con su casa-carapazón a la espalda, como piedra que se mueve. Lenta, paso a pasito, sin decir palabras: Ese es el castigo de Jicotea. ¡¿Ya usted sabe por qué?!
Por qué la rana y los sapos no cantan?
Los Apolos y los Igüegüere, tienen los ojos botaos.
Los sapos y las ranas tienen los ojos grandes y, no cantan.
Original de YulkyCary
Como Ochún vive en el río, las ranas eran sus servidoras. Las ranas eran las mimadas, las consentidas de los lagos y lagunas.
Ochún se complacía al escuchar las maravillosas voces que poseían las ranas pues en esos tiempos las ranas llamadas Igüegüere cantaban como los ángeles acunando los sueños de Ochún con sus armoniosas letanías.
Las ranas se hacían acompañar por los Apolos (sapos) que tocaban flautillas, maracas y bongongoés. Cantaban y tocaban ranas y sapos juntos entonando una cancioncita que más o menos decía así:
¡Agoilé! ¡Agoilé!
Boguó los Ichín chín
van a bailar.
Bailaban, cantando, Cantando, bailando se veía a las ranas, se veía a los sapos, a las Jutías, a las lagartijas.
Todos toditos, bailando y cantando junto a Ochún, la dueña del río. Reinaba la armonía, la confraternidad junto a la tremendísima algazara que se formaba en las orillas del caudal de aguas dulces, todo era paz, hermandad.
Pero cuando Ochún no estaba; Las ranas no cantaban. Los sapo no tocaban y, groseramente echaban a todos los animales con gran desprecio de la laguna o de donde estuviesen. Diciéndoles; ¡Fiesta termino! ¡Animalejos inmundos pa'afuera!
Así fue un día, otro día y otro más: ¡Fiesta termino! ¡Animalejos inmundos! vayanseee. Hasta que un día Cuecuelle el Pato silvestre, secretario de Madre Agua Yemayá, fue invitado por Ochún a uno de sus resonados jolgorios.
Todo muy lindo,muy fino, muy bonito. Guíro empezó, todos Cantando y bailando alegremente.
Solista: ¡Agoilé! ¡Agoilé!
Coro de voces: Con permiso de la casa (Ranas y sapos)
Solista: Boguó los Ichín, chín
Coro de voces: Vengan todos los bichos (Ranas y sapos)
Solista y coro: ¡A bailar!, ¡A bailar!
Las flautas retumbaban, en sus cuerpos de bejucos secos. Las maracas desde sus barrigas de guíras colmadas con piedrecitas, bien sonaban. Tambores de palma ahuecada, hacían resonar la tierra.
¡Guíro estaba en su punto!
¡Bien sabrosa la guarachita!
¡Bien arriba!, y no paraba y, dale y dale a la cintura, dale que dale a la rumbantela.
Ochún reía, bailando, sabrosonamente. Todos a su alrededor al verla gozar, gozaban.
¡Agoilé! ¡Agoilé!
Sapos y ranas en sus patas corticas saltaban, con sus bocazas rezongaban:
¡Agoilé! ¡Agoilé!
“Cuecuelle” el Pato silvestre en el río, removía las aguas, convirtiéndolas en saltarina espuma. Ochún y el pato de lo lindo se divertían.
¡Agoilé! ¡Agoilé!
El rumbón seguía. ¡Pito como flauta!. Ochún de tanto dar cintura, presintió el cansancio, y riendo a carcajada disimuladamente se fue al valle cercano a descansar un poquito.
Cuando las ranas y los sapos, se percataron que Ochún ya no estaba. De repente, pararon el guíro, ofendiendo duramente a todos los presentes.
-Pa’ustedes no tocamos animalejos muertos de hambre. ¡Fuueera!¡Pa' fuueera!
Cuecuellé. El Pato silvestre se sintió humillado por las palabrotas de los ofensivos músicos y se dirigió a ellos, exigiéndoles el merecido respeto pues nada les otorgaba derecho a tratarlos de esa manera.
-Tú también, Pato endemoniado, es contigo también... ¡Sal de la laguna. Vete a la mar a servir a tu ama. Vete a la casa de Yemayá. Y todos ustedes que nos miran con cara de “yo no fui” saliendo todos de aquí. ¡Fiesta se acabó!
Cuecuelle. El Pato silvestre respondió:- Quien mucho grita, y mucho agrede, mucho ha de llorar. Ranas y sapos ustedes son como las hojas de la Yagruma. “Tienen dos cara” pero pronto Ochún conocerá la realidad de lo que esta pasando aquí.
Y alzo el vuelo rapidamente, entristecido por el maltrato y los insultos de los falsos artistas.
Rápidamente Cuecuelle llegó al mar. Contándole todo sin olvidar ofensas a Madre Agua Yemayá. Que le expreso en su paciencia de aguas tranquilas; ¡Son soberbios!
–La soberbia mata sino se ataja a tiempo, démosle su merecido a las ranas y los sapos. Tocan muy bien. Pero no deben humillar a nadie, la humillación es un maltrato, una grave ofensa que no debe permitirse.
-¡Bien haz dicho! Yemayá se merecen un buen escarmiento, que se lo sientan: Replico Cuecuelle.
-Y añadio Yemayá: Quien tiene tienda debe conocer muy bien el producto que vende. Tanta culpa es de las ranas y sapos como de Ochún. Esta batalla no es nuestra Cuecuelle, a la larga, a la corta, la guerra no trae ganancias. Ochún ha consentido demasiado a los sapos y las ranas. Ha sembrado vientos, y ahora no sabe que en su casa tiene ventoleras pero...debemos alertarla.
Y se preparó Madre Agua para visitar a Ochún, su hermana del alma. En gran ola marina viajo al encuentro de las aguas dulces.
Llegó y hablo despacito y pausadamente con Ochún, que se entero de todo con lujos de detalles. Pero...Ochún estaba deseando ver, comprobar en carne propia los desmanes de los sapos y las ranas, porque aunque confiaba en Yemayá, nunca había recibido de las ranas y sapos quejas tan alarmantes.
Por lo que rapidante invito a otro guíro a los animales del monte, quienes alegres y algo molestos recibieron la noticia. Aunque nadie le dijo nada a Ochún.Todo parecía que iba a ser una reunión normal parecidas a otras tantas, pero esta vez, Ochún se había disfrazo de Anguílilla y a la Anguililla su buena amiga, le ofreció sus maravillosos vestidos, trasformándola de tal manera que nadie dudaría que se trataba de la mismísima Dueña de las Aguas Dulces.
Y se formo el guíro, riquísimo y sabroson en ritmos y gozaderas.
¡Agoilé! ¡Agoilé!
Tocaban los sapos, cantaban las ranas. Tambores, pitos que flautas.
Boguó los Ichín chín,
Van a bailar.
Ochún vestida de Anguílilla se movía de lo lindo, riendo maliciosamente en los espejos del río. La Anguílilla asombrada poco bailaba, por lo hermosa que se veía al contemplarse en las aguas del río.
¡Agoilé! ¡Agoilé!
Sobrellevando su nerviosismo la Anguílilla, le indico a Ochún que debía descansar pues estaba muy nerviosa de vestir con tanto oro. Ochún guiñándole un ojo le indico el camino. “Baila danzando” se alejo la Anguililla para descansar.
Quedándose en el Güiro, la verdadera Ochún ahora Anguílilla dispuesta a participar de todo lo que podía sobrevenir.
¡Agoilé! ¡Agoilé!
Boguó los Ichín chín
van a bailar.
Los sapos y las ranas siguieron tocando pero cuando se percataron de que ya Ochún no estaba en el río y que estaba bien lejos.Sorpresivamente dejaron los instrumentos y...¡Pa afuera del río, tumba tumbando todos!¡Fiesta se acabo!
-¿Po’ qué? contesto la Anguililla-Ochún, con voz de pito, si Ochún la Dueña del Río anunció que continuaba la fiesta.
-¿Serás estúpida Anguílilla? Ochún aquí no manda. Afirmaron las ranas y reafirmaron los sapos. Aquí mandan los que tocan y cantan.
-¿Cómo es eso? Ochún es la Dueña del río, es la Dueña del guíro, es la Dueña de todo. Replico Ochún-Anguililla. Ustedes son sus servidores, ella dijo que la fiesta continuaba hasta la salida de Orún el sol.
- Nosotros tocamos. Nosotros mandamos. Vociferaron los sapos.
-¡Fiesta se acabo! Repusieron airadas las ranas. Y con los instrumentos amenazando a todos los presentes con marcada violencia.
Ochún se quito la máscara de Anguílilla, dejando al descubierto su verdadero rostro.
-¿Si yo no mando? ¿Quién manda aquí? Les pregunto.¿Quién manda aquí sino mando yo?
Las ranas y sapo se pusieron verdes, de un susto verdísimo. Ochún continúo ante la sorpresiva alegría de todos los asistentes.
Al que mal agradece nadie le da nada. El que mal agradece no merece la confianza de nadie. Ranas y sapos desde este momento no serán más mis músicos, pues son más dados a la traición, que a la modestia de los grandes artistas. Ranas y sapos ¡Fuera de aquí!
Y ustedes todos, mis respetabes invitados. A seguir bailando y gozando que hay fiesta hasta que se Orún el sol, este bostezando. Y Ochún en el Río junto a los otros animalitos comenzaron a dar palmas, a bailar y cantar.
Los sapos y las ranas se alejaron del lago, temblando del miedo y temblorosos perdieron la voz. Avergonzados lloraron tanto que poco a poco se les fue botando los ojos y del susto se pusieron verde, muy verdes quedándose así para siempre.
¿Ahora usted sabe por qué las ranas y los sapos tienen los ojos botao?
¿por qué no cantan melódicamente sino croan y nadie les entiende lo que quieren decir?
¡Agoilé! ¡Agoilé!
¿Por qué será?
Los sapos y las ranas tienen los ojos grandes y, no cantan.
Original de YulkyCary
Como Ochún vive en el río, las ranas eran sus servidoras. Las ranas eran las mimadas, las consentidas de los lagos y lagunas.
Ochún se complacía al escuchar las maravillosas voces que poseían las ranas pues en esos tiempos las ranas llamadas Igüegüere cantaban como los ángeles acunando los sueños de Ochún con sus armoniosas letanías.
Las ranas se hacían acompañar por los Apolos (sapos) que tocaban flautillas, maracas y bongongoés. Cantaban y tocaban ranas y sapos juntos entonando una cancioncita que más o menos decía así:
¡Agoilé! ¡Agoilé!
Boguó los Ichín chín
van a bailar.
Bailaban, cantando, Cantando, bailando se veía a las ranas, se veía a los sapos, a las Jutías, a las lagartijas.
Todos toditos, bailando y cantando junto a Ochún, la dueña del río. Reinaba la armonía, la confraternidad junto a la tremendísima algazara que se formaba en las orillas del caudal de aguas dulces, todo era paz, hermandad.
Pero cuando Ochún no estaba; Las ranas no cantaban. Los sapo no tocaban y, groseramente echaban a todos los animales con gran desprecio de la laguna o de donde estuviesen. Diciéndoles; ¡Fiesta termino! ¡Animalejos inmundos pa'afuera!
Así fue un día, otro día y otro más: ¡Fiesta termino! ¡Animalejos inmundos! vayanseee. Hasta que un día Cuecuelle el Pato silvestre, secretario de Madre Agua Yemayá, fue invitado por Ochún a uno de sus resonados jolgorios.
Todo muy lindo,muy fino, muy bonito. Guíro empezó, todos Cantando y bailando alegremente.
Solista: ¡Agoilé! ¡Agoilé!
Coro de voces: Con permiso de la casa (Ranas y sapos)
Solista: Boguó los Ichín, chín
Coro de voces: Vengan todos los bichos (Ranas y sapos)
Solista y coro: ¡A bailar!, ¡A bailar!
Las flautas retumbaban, en sus cuerpos de bejucos secos. Las maracas desde sus barrigas de guíras colmadas con piedrecitas, bien sonaban. Tambores de palma ahuecada, hacían resonar la tierra.
¡Guíro estaba en su punto!
¡Bien sabrosa la guarachita!
¡Bien arriba!, y no paraba y, dale y dale a la cintura, dale que dale a la rumbantela.
Ochún reía, bailando, sabrosonamente. Todos a su alrededor al verla gozar, gozaban.
¡Agoilé! ¡Agoilé!
Sapos y ranas en sus patas corticas saltaban, con sus bocazas rezongaban:
¡Agoilé! ¡Agoilé!
“Cuecuelle” el Pato silvestre en el río, removía las aguas, convirtiéndolas en saltarina espuma. Ochún y el pato de lo lindo se divertían.
¡Agoilé! ¡Agoilé!
El rumbón seguía. ¡Pito como flauta!. Ochún de tanto dar cintura, presintió el cansancio, y riendo a carcajada disimuladamente se fue al valle cercano a descansar un poquito.
Cuando las ranas y los sapos, se percataron que Ochún ya no estaba. De repente, pararon el guíro, ofendiendo duramente a todos los presentes.
-Pa’ustedes no tocamos animalejos muertos de hambre. ¡Fuueera!¡Pa' fuueera!
Cuecuellé. El Pato silvestre se sintió humillado por las palabrotas de los ofensivos músicos y se dirigió a ellos, exigiéndoles el merecido respeto pues nada les otorgaba derecho a tratarlos de esa manera.
-Tú también, Pato endemoniado, es contigo también... ¡Sal de la laguna. Vete a la mar a servir a tu ama. Vete a la casa de Yemayá. Y todos ustedes que nos miran con cara de “yo no fui” saliendo todos de aquí. ¡Fiesta se acabó!
Cuecuelle. El Pato silvestre respondió:- Quien mucho grita, y mucho agrede, mucho ha de llorar. Ranas y sapos ustedes son como las hojas de la Yagruma. “Tienen dos cara” pero pronto Ochún conocerá la realidad de lo que esta pasando aquí.
Y alzo el vuelo rapidamente, entristecido por el maltrato y los insultos de los falsos artistas.
Rápidamente Cuecuelle llegó al mar. Contándole todo sin olvidar ofensas a Madre Agua Yemayá. Que le expreso en su paciencia de aguas tranquilas; ¡Son soberbios!
–La soberbia mata sino se ataja a tiempo, démosle su merecido a las ranas y los sapos. Tocan muy bien. Pero no deben humillar a nadie, la humillación es un maltrato, una grave ofensa que no debe permitirse.
-¡Bien haz dicho! Yemayá se merecen un buen escarmiento, que se lo sientan: Replico Cuecuelle.
-Y añadio Yemayá: Quien tiene tienda debe conocer muy bien el producto que vende. Tanta culpa es de las ranas y sapos como de Ochún. Esta batalla no es nuestra Cuecuelle, a la larga, a la corta, la guerra no trae ganancias. Ochún ha consentido demasiado a los sapos y las ranas. Ha sembrado vientos, y ahora no sabe que en su casa tiene ventoleras pero...debemos alertarla.
Y se preparó Madre Agua para visitar a Ochún, su hermana del alma. En gran ola marina viajo al encuentro de las aguas dulces.
Llegó y hablo despacito y pausadamente con Ochún, que se entero de todo con lujos de detalles. Pero...Ochún estaba deseando ver, comprobar en carne propia los desmanes de los sapos y las ranas, porque aunque confiaba en Yemayá, nunca había recibido de las ranas y sapos quejas tan alarmantes.
Por lo que rapidante invito a otro guíro a los animales del monte, quienes alegres y algo molestos recibieron la noticia. Aunque nadie le dijo nada a Ochún.Todo parecía que iba a ser una reunión normal parecidas a otras tantas, pero esta vez, Ochún se había disfrazo de Anguílilla y a la Anguililla su buena amiga, le ofreció sus maravillosos vestidos, trasformándola de tal manera que nadie dudaría que se trataba de la mismísima Dueña de las Aguas Dulces.
Y se formo el guíro, riquísimo y sabroson en ritmos y gozaderas.
¡Agoilé! ¡Agoilé!
Tocaban los sapos, cantaban las ranas. Tambores, pitos que flautas.
Boguó los Ichín chín,
Van a bailar.
Ochún vestida de Anguílilla se movía de lo lindo, riendo maliciosamente en los espejos del río. La Anguílilla asombrada poco bailaba, por lo hermosa que se veía al contemplarse en las aguas del río.
¡Agoilé! ¡Agoilé!
Sobrellevando su nerviosismo la Anguílilla, le indico a Ochún que debía descansar pues estaba muy nerviosa de vestir con tanto oro. Ochún guiñándole un ojo le indico el camino. “Baila danzando” se alejo la Anguililla para descansar.
Quedándose en el Güiro, la verdadera Ochún ahora Anguílilla dispuesta a participar de todo lo que podía sobrevenir.
¡Agoilé! ¡Agoilé!
Boguó los Ichín chín
van a bailar.
Los sapos y las ranas siguieron tocando pero cuando se percataron de que ya Ochún no estaba en el río y que estaba bien lejos.Sorpresivamente dejaron los instrumentos y...¡Pa afuera del río, tumba tumbando todos!¡Fiesta se acabo!
-¿Po’ qué? contesto la Anguililla-Ochún, con voz de pito, si Ochún la Dueña del Río anunció que continuaba la fiesta.
-¿Serás estúpida Anguílilla? Ochún aquí no manda. Afirmaron las ranas y reafirmaron los sapos. Aquí mandan los que tocan y cantan.
-¿Cómo es eso? Ochún es la Dueña del río, es la Dueña del guíro, es la Dueña de todo. Replico Ochún-Anguililla. Ustedes son sus servidores, ella dijo que la fiesta continuaba hasta la salida de Orún el sol.
- Nosotros tocamos. Nosotros mandamos. Vociferaron los sapos.
-¡Fiesta se acabo! Repusieron airadas las ranas. Y con los instrumentos amenazando a todos los presentes con marcada violencia.
Ochún se quito la máscara de Anguílilla, dejando al descubierto su verdadero rostro.
-¿Si yo no mando? ¿Quién manda aquí? Les pregunto.¿Quién manda aquí sino mando yo?
Las ranas y sapo se pusieron verdes, de un susto verdísimo. Ochún continúo ante la sorpresiva alegría de todos los asistentes.
Al que mal agradece nadie le da nada. El que mal agradece no merece la confianza de nadie. Ranas y sapos desde este momento no serán más mis músicos, pues son más dados a la traición, que a la modestia de los grandes artistas. Ranas y sapos ¡Fuera de aquí!
Y ustedes todos, mis respetabes invitados. A seguir bailando y gozando que hay fiesta hasta que se Orún el sol, este bostezando. Y Ochún en el Río junto a los otros animalitos comenzaron a dar palmas, a bailar y cantar.
Los sapos y las ranas se alejaron del lago, temblando del miedo y temblorosos perdieron la voz. Avergonzados lloraron tanto que poco a poco se les fue botando los ojos y del susto se pusieron verde, muy verdes quedándose así para siempre.
¿Ahora usted sabe por qué las ranas y los sapos tienen los ojos botao?
¿por qué no cantan melódicamente sino croan y nadie les entiende lo que quieren decir?
¡Agoilé! ¡Agoilé!
¿Por qué será?
¿Por qué el grillo asusta de noche?
Original de YulkyCary.
A los grillos les gusta cantar, esta historia aconteció cuando las
aguas de los mares comenzaron a separarse de las aguas de los ríos y las
tierras más o menos fueron encontrando su acomodo.
En aquel entonces Següí el grillo no paraba de cantar. Inspirándose de la noche al día de la lluvia al nacimiento del arco iris, de la media noche al amanecer.
El caso era que “Grillo” no paraba de canturrear. Canta y canta sin parar.
En honor a la verdad “Grillo” no cantaba. “Grillo” ¡chirriaba!, hasta durmiendo, no permitiendo el descanso de su garganta. Ni un instante de paz para los infelices oídos de cuantos le escuchaban.
Següí continuaba con sus alaridos sin melodía, ni ritmo, sin ton ni son, con tal desenfado que las aves en el monte cubano llegaron a la desesperación.
-¡Nunca para!, esto es imposible de sostener.
-Queremos dormir una siestecita. Suplicaban los pajarillos más pequeños.
-Este suplicio no lo soportaremos más. Debemos hacerlo callar. ¡Le mataremos!
Sentenciaron unos pajarracos enfurecidos por el desatinado concierto.
-¡Matarlo! es llegar a un doloroso extremo. Mediaron los juiciosos pájaros carpinteros.
-Sino desaparece o se calla enloqueceremos todos. Afirmaron varios emplumados.
Fue entonces que la sabia Lechuza, intervino. -¡RESPONSABILIDAD!, es lo que le hace falta al grillo. Todos los habitantes del monte quedaron en suspenso.
-¡RESPONSABILIDAD! Exclamaron los pajarracos extremistas sorprendidos.
-Sí, aseguro la Lechuza. Exponiendo su criterio. Pongámosle una misión
así al tener que enfrentar su encomienda tendrá que controlar su tiempo de
canción.
A todos convenció la idea, menos a los pajarracos violentos que argumentaron que a “Grillo muerto se acabo el concierto”
Recordándole la Codorniz a estos “belicosos” que la coherencia empieza por casa, que
revisaran sus conclusiones, ya que sostenían discusiones por sus extremas medidas con todos los animales del monte porque ellos con su violencia era un grave problema, por lo que todos podían acordar: “sepultando a los violentos se acabo el peligro”.
Los pajarracos callaron y como quien calla otorga, todos sobreentendieron que desde ese momento serian menos drásticos.
La Lechuza agradeció la intervención de la sabia Codorniz, y poniendo en marcha su idea se declaró: “ Pájaro blanco de la noche” asegurando que solamente dejaría escuchar su canto de cuando en cuando porque estaba convencida que la gran mayoría se asustaba al escucharla ya que no poseía una musical entrega, por lo que la declaraban portadora de mal agüero, muy lejos de sus intenciones y realidades.
El Aura Tiñosa declaro que le encantaba cantar, pero que muy mal lo hacía, por lo que volaría alto, muy alto, que nadie se mortificara, declarándose el “Pájaro negro del día”.
Los Loros prometieron volar en grupos. ¡Cantahablando! hasta el atardecer. Para no perder el privilegio de ser los creadores del canto coral aéreo.
Se comprometió el Sinsónte, el Tomeguín del Pinar, el Zun Zun, intervinieron otros, muchos, todos, los buenos, regulares y malos cantores de la campiña cubana, dando a conocer las proposiciones de sus cantos y vuelos. Cuando todo estuvo organizado se lo informaron a Següí.
El Grillo se “desverdifico” del disgusto, no agradándole ni un poquito la idea pero como se había establecido una organización, no le queda más remedio que aceptar.
-¡Cantaré en cualquier lugar! En un hueco, debajo de una piedra, desde la rendija de una ventana. Expuso el grillo.
-¿Cuándo? ¿Hasta cuándo? Precisaron las aves cantoras.
-Todo tiene un tiempo en la vida. Organízate. Le puntualizó la Codorniz añadiendo: “Quien no oye a los que le rodean se pelea con todos”.
El grillo ceremoniosamente mira a uno y a cada uno de los presentes determinando: -Me escucharan cuando fenezca el atardecer hasta el nacimiento del día.
Desde ese momento en el campo, en la ciudades, con luna brillante, con o sin estrellas o en noches obscuras cuando menos se espera un silbidito se deja escuchar, como si alguien nos llamara...¡pssssissssss! ¡psiiiisssssss!
Ese es Següí. El grillo que esta cantando, si cierto es, es el grillo que canta
aunque usted busque, mire de un lado al otro sin encontrar nada.
Ese es el grillo que sin proponérselo con su ¡psiiiiiiiissssss!, en la obscuridad
asusta.
Ese es Següí el grillo que según él “canta” ¿Qué cree usted?
A los grillos les gusta cantar, esta historia aconteció cuando las
aguas de los mares comenzaron a separarse de las aguas de los ríos y las
tierras más o menos fueron encontrando su acomodo.
En aquel entonces Següí el grillo no paraba de cantar. Inspirándose de la noche al día de la lluvia al nacimiento del arco iris, de la media noche al amanecer.
El caso era que “Grillo” no paraba de canturrear. Canta y canta sin parar.
En honor a la verdad “Grillo” no cantaba. “Grillo” ¡chirriaba!, hasta durmiendo, no permitiendo el descanso de su garganta. Ni un instante de paz para los infelices oídos de cuantos le escuchaban.
Següí continuaba con sus alaridos sin melodía, ni ritmo, sin ton ni son, con tal desenfado que las aves en el monte cubano llegaron a la desesperación.
-¡Nunca para!, esto es imposible de sostener.
-Queremos dormir una siestecita. Suplicaban los pajarillos más pequeños.
-Este suplicio no lo soportaremos más. Debemos hacerlo callar. ¡Le mataremos!
Sentenciaron unos pajarracos enfurecidos por el desatinado concierto.
-¡Matarlo! es llegar a un doloroso extremo. Mediaron los juiciosos pájaros carpinteros.
-Sino desaparece o se calla enloqueceremos todos. Afirmaron varios emplumados.
Fue entonces que la sabia Lechuza, intervino. -¡RESPONSABILIDAD!, es lo que le hace falta al grillo. Todos los habitantes del monte quedaron en suspenso.
-¡RESPONSABILIDAD! Exclamaron los pajarracos extremistas sorprendidos.
-Sí, aseguro la Lechuza. Exponiendo su criterio. Pongámosle una misión
así al tener que enfrentar su encomienda tendrá que controlar su tiempo de
canción.
A todos convenció la idea, menos a los pajarracos violentos que argumentaron que a “Grillo muerto se acabo el concierto”
Recordándole la Codorniz a estos “belicosos” que la coherencia empieza por casa, que
revisaran sus conclusiones, ya que sostenían discusiones por sus extremas medidas con todos los animales del monte porque ellos con su violencia era un grave problema, por lo que todos podían acordar: “sepultando a los violentos se acabo el peligro”.
Los pajarracos callaron y como quien calla otorga, todos sobreentendieron que desde ese momento serian menos drásticos.
La Lechuza agradeció la intervención de la sabia Codorniz, y poniendo en marcha su idea se declaró: “ Pájaro blanco de la noche” asegurando que solamente dejaría escuchar su canto de cuando en cuando porque estaba convencida que la gran mayoría se asustaba al escucharla ya que no poseía una musical entrega, por lo que la declaraban portadora de mal agüero, muy lejos de sus intenciones y realidades.
El Aura Tiñosa declaro que le encantaba cantar, pero que muy mal lo hacía, por lo que volaría alto, muy alto, que nadie se mortificara, declarándose el “Pájaro negro del día”.
Los Loros prometieron volar en grupos. ¡Cantahablando! hasta el atardecer. Para no perder el privilegio de ser los creadores del canto coral aéreo.
Se comprometió el Sinsónte, el Tomeguín del Pinar, el Zun Zun, intervinieron otros, muchos, todos, los buenos, regulares y malos cantores de la campiña cubana, dando a conocer las proposiciones de sus cantos y vuelos. Cuando todo estuvo organizado se lo informaron a Següí.
El Grillo se “desverdifico” del disgusto, no agradándole ni un poquito la idea pero como se había establecido una organización, no le queda más remedio que aceptar.
-¡Cantaré en cualquier lugar! En un hueco, debajo de una piedra, desde la rendija de una ventana. Expuso el grillo.
-¿Cuándo? ¿Hasta cuándo? Precisaron las aves cantoras.
-Todo tiene un tiempo en la vida. Organízate. Le puntualizó la Codorniz añadiendo: “Quien no oye a los que le rodean se pelea con todos”.
El grillo ceremoniosamente mira a uno y a cada uno de los presentes determinando: -Me escucharan cuando fenezca el atardecer hasta el nacimiento del día.
Desde ese momento en el campo, en la ciudades, con luna brillante, con o sin estrellas o en noches obscuras cuando menos se espera un silbidito se deja escuchar, como si alguien nos llamara...¡pssssissssss! ¡psiiiisssssss!
Ese es Següí. El grillo que esta cantando, si cierto es, es el grillo que canta
aunque usted busque, mire de un lado al otro sin encontrar nada.
Ese es el grillo que sin proponérselo con su ¡psiiiiiiiissssss!, en la obscuridad
asusta.
Ese es Següí el grillo que según él “canta” ¿Qué cree usted?
¿Por qué canta el gallo?
Original de YulkyCary
Del libro "Cuentos de mi tierra"
Seguramente usted habrá oído cantar a un gallo.
Si vive o ha vivido en el campo es cosa natural porque el amanecer y el canto del gallo están ligados como el sol a la mañana.
Lo que seguramente usted nunca se ha puesto a pensar es que la principio de la creación el gallo no cantaban. Ni pensaban cantar. Tampoco poseía esa belleza que actualmente lo distingue entre todas las aves de corral. Porque el gallo era “flacuchento”, “desplumao” con “patas lisas”, “patas pela”. No tenía espuelas, estaba sin cola. ¡No tenía na’!.
Se preguntará usted: ¿Sin canto, ni espuelas, ni cola... ¿Qué cresta era? Porque ni cresta tenía. ¿Era gallo o no era gallo? ¡Buueeeno, era “Gallo” porque lo era, o porque había nacido para serlo. A veces las cosas no son como son, sino como se van logrando por el camino.
El primer gallo que existió sobre la tierra se llamaba Acucó. Era un gallo tranquilito. No vaya usted a pensar que Acucó, por aquel tiempo dominaba el gallinero causando el revuelo entre las gallinas que hoy día produce. ¡Ni soñarlo!,
Acucó se limitaba a picotear aquí, curioseando allá. ¡Sobrellevando la vida!, con más monotonías que glorias. ¡Eso sí!. Despertaba al amanecer siempre laborioso.
“Acuco” no era bonito pero tenía sus cualidades por lo que recibió “Aché” una “suerte” especial otorgado por el cielo con la visita del Rey de la Música. “Shangó de Imá” llegó del Africa a tierras cubanas con sus tambores, con sus ritmos, con toda su alegría musical. “Gallo” fue el primero en recibirlo.
Shangó es un negro alegre, simpático, poseedor de todos los atributos de belleza masculina Por lo que al encontrarse con el gallo lo menosprecio por su indigencia de atractivos, pero Acucó fue tan gentil, tan servicial ofreciéndole hospitalidad que pronto Shangó dejó de mirarlo con ojos burlones para dedicarle miradas cariñosas.
Cuando Shangó le manifestó su agotamiento por el viaje “Gallo” lo llevó al pajar para que descansara con sabrosura. Cuando el calor de la isla abrasaba su garganta, Acucó casi volando porque de vez en cuando los gallos saltan tan alto que parecen que vuelan, lo condujo al lago. Donde el Rey de la música bebió con agrado de las cristalinas aguas quedando a su vez enamorado de la encantadora Reina de los ríos.
Shangó agradecido por las atenciones de “Gallo” le regalo algunos de sus mejores rojos, logrando mezcla de colores platinados en todo su plumaje. Pintándole la cola de tonos obscuros siempre iluminados con matices de fuego. Imponiéndole una cresta roja, para que se le viera con particular corona. Convirtiéndose el gallo desde ese momento en el animal preferido del Dueño de la belleza masculina.
Acucó al verse hermoso sintió apetito. “Lo cortés no quita lo valiente. “Cuando la barriga esta llena las cosas va mejor” decía mi abuela Andrea. Por lo que “Gallo” invito a Shangó al maizal ofreciéndole sus deliciosos granos de maíz (choclo) quedando impresionado el Rey de todos los Reyes por las tiernas mazorquitas.
Guardo algunas en su jolongo para al otro día secárlas al sol. Triturándolas después hasta lograr una finísima harina. “Cocinarevolviendo” con manteca.
-¡Majarete!, es lo que estoy haciendo. Le aclaro Shangó al gallo. Asegurándole que era una de sus comidas preferidas. Acucó conocía el maíz, pero jamás preparado de esa manera. Otro día Shangó lo invitó a deleitarse con un postrecito casero: Platanitos manzanos bien maduritos con melao de caña. ¡Vaya delicia!.
A “Gallo” el platanito maduro le encanto porque el “Majarete” no le hizo mucha gracia. Otro día “Gallo” le ofreció a Shangó ¡Quimbombo! Se lo dio arrancado de la mata, al natural, pero Shangó lo preparo cocinándolo a su manera africana, ¡Quimbombó que resbala con la yuca seca!.. echándolo en una güira con abundante agua, especies y raíces aromáticas dejándolos hervir hasta quedar blanditos, así plácidamente se lo comió todo. Incorporándolo a sus platos preferidos. Después Shangó le regalo al gallo una manzana roja que traía en sus alforjas.
El Gallo sorprendido pico, que picoteo recontento por las atenciones de Shangó. “Gallo” quiso sorprender al Dueño del fuego regalándole al otro día unas semillas parídoras de esas que hacen explotar el vientre de la tierra con una buena fruta o deliciosa vianda.
Shangó estaba halagadísimo porque al Dios de la gozadera le gusta comer. ¡Sano y sabroso!
Shangó reía, ¡comíbailando!, Gallo aleteaba, ¡diverticomiendo!, con esa agitadera que arman los tambores cuando se tocan con ganas. Alimentándose con el festival de sabores que ofrecen las verduras, legumbres y hortalizas que en Cuba crecen hasta por vicio.
Shangó veía orgulloso como Acucó iba creciendo. Fortaleciéndose para lucir todo un gallazo. ¡De tal señor, tal amigo! Shangó se ganaba la admiración de todas las mujeres. Acucó, el gallo tenía tras él, las mejores gallinas ponedoras. Una mano lava la otra, las dos cambian la vida.
Shangó y su gallo eran admirados entre cielo y tierra.
La inquietud en su mejor camino nos lleva a la búsquedad, como Shangó, además de ser comilón, divertido es inquieto, “corripateando” por aquí. “paticorriendo” por allá... El día menos pensado, se le metió en su musical cabeza; No vivir más en una choza pegada a la tierra, deseando otro lugar más particular.
“Anda que te camina” invadieron atajos, veredas, cuevas, recovecos para que Shangó escogiera. Transitaron todos los verdes del monte cubano. “Bailacaminando” los vio todo el mundo. Así se despidieron de la primavera imponiéndose el verano.
Casi llegando los aguaceros de mayo, Oyá la Dueña del Arco Irís, convertida en fresca brisa se encontró al pie del lomerío con Shangó, enamorándose de él a primera vista por lo que dejó caer una centella en medio de improvisada tormenta para detener los pasos del mejor bailarín afrocubano, obligándole a mirar al cielo, donde la Princesa guerrera le coqueteaba.
Descubriendo Shangó en ese preciso momento la esbeltez de la Palma Real, asegurando que sería para siempre su casa.
“Quién más mira menos ve”, refunfuño contrariado Acucó, reafirmando que si una cosa tiene el campo cubano son palmas reales como personas bonitas. Sugiriéndole que de vez en cuando elevara su mirada para descubrir lo que el espacio en complicidad con el suelo nos brinda.
-Asegurando que si Shangó había encontrado casa, no caminaba más porque tenía las patas en ¡candela!. Mostrándole infinitos guizazos prendidos en ellas.
Shangó asombrado añadió. ¿Con tal especial plumivestimenta andas sin defensa? Por lo que rápidamente partió en sendos pedazos uno de sus rayos colocándoselos en las partes traseras de las patas de Acucó.
-¡Esto es pa’ que te respeten! Le aseguró el “Señor de los fuegos” Desde ese momento “Gallo” tuvo espuelas. Acto seguido comenzó la mudanza de Shangó al penacho de la Palma Real.
Acucó no subió porque siento ya todo un esplendoroso “Gallo” se le podía estropear su cola. Quedándose de guardián en la sombrita, al pie de la Palma. Una vez que Shangó se parapetó en lo alto, instalándose en el penacho comenzó a buscarle acomodo a los tres tambores que conforman su Orquesta Batá. De tanto ponlos aquí, ruédalos pa’ allá, se le desprendió una de las ciento seís campanillas que le había colocado al “Iyá” Tambor Madre Principal para tocarle a Ochún su preciosa enamorada.
La campanilla cayó de lo alto cerca de Acucó, que al descubrir la sonaja comenzó a picotearla “tragaengrullendosela” asegurando “lo que no mata, engorda” Desde ese día cada vez que el gallo abre el pico resuena la campanita. Todo aquel que le escucho felizmente aseguro que el gallo estaba cantando.
Cosa bien curiosa es que siempre al amanecer el gallo abre su pico y canta. Con su canto Shangó despierta. Al levantarse antes de ponerse a tocar su orquesta busca afanosamente el “Shaguaró” (campanilla dorada que había colocado en la boca mayor del Tambor Principal) Busca la campanilla mientras escuchan sonriendo el canto del gallo sin imaginar que su sonaja, esta en el buche de su amigo.
Ahora usted, que conoce la historia. ¿Seguirá pensando que el gallo canta?
Del libro "Cuentos de mi tierra"
Seguramente usted habrá oído cantar a un gallo.
Si vive o ha vivido en el campo es cosa natural porque el amanecer y el canto del gallo están ligados como el sol a la mañana.
Lo que seguramente usted nunca se ha puesto a pensar es que la principio de la creación el gallo no cantaban. Ni pensaban cantar. Tampoco poseía esa belleza que actualmente lo distingue entre todas las aves de corral. Porque el gallo era “flacuchento”, “desplumao” con “patas lisas”, “patas pela”. No tenía espuelas, estaba sin cola. ¡No tenía na’!.
Se preguntará usted: ¿Sin canto, ni espuelas, ni cola... ¿Qué cresta era? Porque ni cresta tenía. ¿Era gallo o no era gallo? ¡Buueeeno, era “Gallo” porque lo era, o porque había nacido para serlo. A veces las cosas no son como son, sino como se van logrando por el camino.
El primer gallo que existió sobre la tierra se llamaba Acucó. Era un gallo tranquilito. No vaya usted a pensar que Acucó, por aquel tiempo dominaba el gallinero causando el revuelo entre las gallinas que hoy día produce. ¡Ni soñarlo!,
Acucó se limitaba a picotear aquí, curioseando allá. ¡Sobrellevando la vida!, con más monotonías que glorias. ¡Eso sí!. Despertaba al amanecer siempre laborioso.
“Acuco” no era bonito pero tenía sus cualidades por lo que recibió “Aché” una “suerte” especial otorgado por el cielo con la visita del Rey de la Música. “Shangó de Imá” llegó del Africa a tierras cubanas con sus tambores, con sus ritmos, con toda su alegría musical. “Gallo” fue el primero en recibirlo.
Shangó es un negro alegre, simpático, poseedor de todos los atributos de belleza masculina Por lo que al encontrarse con el gallo lo menosprecio por su indigencia de atractivos, pero Acucó fue tan gentil, tan servicial ofreciéndole hospitalidad que pronto Shangó dejó de mirarlo con ojos burlones para dedicarle miradas cariñosas.
Cuando Shangó le manifestó su agotamiento por el viaje “Gallo” lo llevó al pajar para que descansara con sabrosura. Cuando el calor de la isla abrasaba su garganta, Acucó casi volando porque de vez en cuando los gallos saltan tan alto que parecen que vuelan, lo condujo al lago. Donde el Rey de la música bebió con agrado de las cristalinas aguas quedando a su vez enamorado de la encantadora Reina de los ríos.
Shangó agradecido por las atenciones de “Gallo” le regalo algunos de sus mejores rojos, logrando mezcla de colores platinados en todo su plumaje. Pintándole la cola de tonos obscuros siempre iluminados con matices de fuego. Imponiéndole una cresta roja, para que se le viera con particular corona. Convirtiéndose el gallo desde ese momento en el animal preferido del Dueño de la belleza masculina.
Acucó al verse hermoso sintió apetito. “Lo cortés no quita lo valiente. “Cuando la barriga esta llena las cosas va mejor” decía mi abuela Andrea. Por lo que “Gallo” invito a Shangó al maizal ofreciéndole sus deliciosos granos de maíz (choclo) quedando impresionado el Rey de todos los Reyes por las tiernas mazorquitas.
Guardo algunas en su jolongo para al otro día secárlas al sol. Triturándolas después hasta lograr una finísima harina. “Cocinarevolviendo” con manteca.
-¡Majarete!, es lo que estoy haciendo. Le aclaro Shangó al gallo. Asegurándole que era una de sus comidas preferidas. Acucó conocía el maíz, pero jamás preparado de esa manera. Otro día Shangó lo invitó a deleitarse con un postrecito casero: Platanitos manzanos bien maduritos con melao de caña. ¡Vaya delicia!.
A “Gallo” el platanito maduro le encanto porque el “Majarete” no le hizo mucha gracia. Otro día “Gallo” le ofreció a Shangó ¡Quimbombo! Se lo dio arrancado de la mata, al natural, pero Shangó lo preparo cocinándolo a su manera africana, ¡Quimbombó que resbala con la yuca seca!.. echándolo en una güira con abundante agua, especies y raíces aromáticas dejándolos hervir hasta quedar blanditos, así plácidamente se lo comió todo. Incorporándolo a sus platos preferidos. Después Shangó le regalo al gallo una manzana roja que traía en sus alforjas.
El Gallo sorprendido pico, que picoteo recontento por las atenciones de Shangó. “Gallo” quiso sorprender al Dueño del fuego regalándole al otro día unas semillas parídoras de esas que hacen explotar el vientre de la tierra con una buena fruta o deliciosa vianda.
Shangó estaba halagadísimo porque al Dios de la gozadera le gusta comer. ¡Sano y sabroso!
Shangó reía, ¡comíbailando!, Gallo aleteaba, ¡diverticomiendo!, con esa agitadera que arman los tambores cuando se tocan con ganas. Alimentándose con el festival de sabores que ofrecen las verduras, legumbres y hortalizas que en Cuba crecen hasta por vicio.
Shangó veía orgulloso como Acucó iba creciendo. Fortaleciéndose para lucir todo un gallazo. ¡De tal señor, tal amigo! Shangó se ganaba la admiración de todas las mujeres. Acucó, el gallo tenía tras él, las mejores gallinas ponedoras. Una mano lava la otra, las dos cambian la vida.
Shangó y su gallo eran admirados entre cielo y tierra.
La inquietud en su mejor camino nos lleva a la búsquedad, como Shangó, además de ser comilón, divertido es inquieto, “corripateando” por aquí. “paticorriendo” por allá... El día menos pensado, se le metió en su musical cabeza; No vivir más en una choza pegada a la tierra, deseando otro lugar más particular.
“Anda que te camina” invadieron atajos, veredas, cuevas, recovecos para que Shangó escogiera. Transitaron todos los verdes del monte cubano. “Bailacaminando” los vio todo el mundo. Así se despidieron de la primavera imponiéndose el verano.
Casi llegando los aguaceros de mayo, Oyá la Dueña del Arco Irís, convertida en fresca brisa se encontró al pie del lomerío con Shangó, enamorándose de él a primera vista por lo que dejó caer una centella en medio de improvisada tormenta para detener los pasos del mejor bailarín afrocubano, obligándole a mirar al cielo, donde la Princesa guerrera le coqueteaba.
Descubriendo Shangó en ese preciso momento la esbeltez de la Palma Real, asegurando que sería para siempre su casa.
“Quién más mira menos ve”, refunfuño contrariado Acucó, reafirmando que si una cosa tiene el campo cubano son palmas reales como personas bonitas. Sugiriéndole que de vez en cuando elevara su mirada para descubrir lo que el espacio en complicidad con el suelo nos brinda.
-Asegurando que si Shangó había encontrado casa, no caminaba más porque tenía las patas en ¡candela!. Mostrándole infinitos guizazos prendidos en ellas.
Shangó asombrado añadió. ¿Con tal especial plumivestimenta andas sin defensa? Por lo que rápidamente partió en sendos pedazos uno de sus rayos colocándoselos en las partes traseras de las patas de Acucó.
-¡Esto es pa’ que te respeten! Le aseguró el “Señor de los fuegos” Desde ese momento “Gallo” tuvo espuelas. Acto seguido comenzó la mudanza de Shangó al penacho de la Palma Real.
Acucó no subió porque siento ya todo un esplendoroso “Gallo” se le podía estropear su cola. Quedándose de guardián en la sombrita, al pie de la Palma. Una vez que Shangó se parapetó en lo alto, instalándose en el penacho comenzó a buscarle acomodo a los tres tambores que conforman su Orquesta Batá. De tanto ponlos aquí, ruédalos pa’ allá, se le desprendió una de las ciento seís campanillas que le había colocado al “Iyá” Tambor Madre Principal para tocarle a Ochún su preciosa enamorada.
La campanilla cayó de lo alto cerca de Acucó, que al descubrir la sonaja comenzó a picotearla “tragaengrullendosela” asegurando “lo que no mata, engorda” Desde ese día cada vez que el gallo abre el pico resuena la campanita. Todo aquel que le escucho felizmente aseguro que el gallo estaba cantando.
Cosa bien curiosa es que siempre al amanecer el gallo abre su pico y canta. Con su canto Shangó despierta. Al levantarse antes de ponerse a tocar su orquesta busca afanosamente el “Shaguaró” (campanilla dorada que había colocado en la boca mayor del Tambor Principal) Busca la campanilla mientras escuchan sonriendo el canto del gallo sin imaginar que su sonaja, esta en el buche de su amigo.
Ahora usted, que conoce la historia. ¿Seguirá pensando que el gallo canta?
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